viernes, 15 de junio de 2007

¡YA BASTA!: JORDI NADAL-JORDI GUILLEN

Era un ex campeón de España y de Europa.
Aunque no llegó jamás a lucir el número 1 en un G.P. del Mundial, durante los años en los que estuvo fajándose con los mejores y formando parte de la élite, su innato talento, su formación humana y el dominio de un par de idiomas lo convirtieron en uno de los personajes más populares del Mundial Circus. Luego, tras su retirada un tanto prematura a causa de una acumulación de lesiones y la inesperada complicación de una de ellas, un mundo nuevo apareció ante él: decenas de puertas se le abrieron de par en par para acogerlo en su seno y en su nómina, desde revistas especializadas, prensa diaria y colaboraciones televisivas hasta la industria privada, e incluso la propia federación. Podía plantarse ante el espejo y decir sin temor a ruborizarse que ahora era mucho más popular entre la familia motorista que cuando arrancaba (generalmente desde la tercera o cuarta fila) de la parrilla de un Gran Premio.
Era un lunes cualquiera y una carretera secundaria con buen asfalto; era un nuevo modelo de megascooter que estaba probando para “Siempre Moto” y eran las once de una radiante mañana de primavera.
Era una señora de 53 años que había detenido su microcoche de los sin carnet justo en el centro de la cerrada curva ciega a derechas (¡Bah!, será sólo un momento, recoger un ramito de esa retama tan preciosa que hay en la cuneta… total, si nunca pasa nadie por aquí…).
Era un destino cruel e irónico, tras más de una década a 300 kilómetros por hora, desafiando las leyes de la gravedad rozando rodillas y codos por el asfalto de los circuitos más célebres del planeta, tocándose en plena tumbada con los tipos más pirados, con 200 caballos bajo el culo, fue a tener el accidente de su vida con un scooter y la inestimable colaboración del adefesio con ruedas de la señora Felisa.
Era una especie de huevo grande, deforme y azul que apareció de pronto en plena curva; era un asfalto duro y deslizante, como siempre, y era una cuneta engalanada de amarilla y olorosa retama que se acercaba a él apenas se dio cuenta de que se había caído.
Era un guardarraíl.
era un buen hospital y un eficiente equipo de cirujanos, pero fue imposible reimplantar el brazo. Si hubiera sido un corte limpio, tal vez… aunque la amputación se había producido por arranque, y en estas condiciones era como intentar conectar un cable de acelerador a un tubo de gasolina; simplemente no funcionaría. Así que se limitaron a practicar un corte en V para proceder al almohadillado del muñón con la propia carne sobrante.
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La noticia del accidente del ex campeón apenas asomó en las noticias de las dos, y un par de cadenas pudieron dedicarle tan solo unos breves segundos, pues el trepidante partido del día anterior entre el Madrid y el Barcelona, con expulsiones incluidas y jugosas declaraciones de los protagonistas, ocupó el noventa por ciento del tiempo dedicado a deportes. En los noticiarios de la noche, el desgraciado accidente de un antiguo as de la motocicleta cuyo nombre les sonaría tan sólo a cuatro fanáticos de esos que los domingos te adelantan zumbando, quedó aún más eclipsado por la noticia que había saltado a media tarde, el inesperado noviazgo del fabuloso (y guapísimo) cantante Borja Soberano con la jovencísima (y guapísima) modelo-presentadora-hijadefamosa Marilú Juramento.
Los periódicos del día siguiente, aunque con el espacio acotado a causa de las réplicas de las mutuas acusaciones que se cruzaban entre sí mandatarios merengues y culés sobre el partido del siglo de aquel mes, se ocuparon un poco más del accidente, e incluso un par de ellos se molestaron en recordar el extenso palmarés del desgraciado piloto.
Los que si clamaron al cielo fueron los responsables de las revistas semanales especializadas. Para cuando había ocurrido todo, los ejemplares de la semana estaban ya camino de los quioscos, pero el martes siguiente sacaron a la calle sendos números especiales dedicados al accidente, a la biografía y perfil humano del ex campeón, y… sobre todo, una vez más, aunque ahora mucho más agresivo, un ataque frontal y despiadado, desde los mismos editoriales firmados por los pesos pesados de las publicaciones, contra los dichosos guardarraíles asesinos y los responsables de que éstos siguiesen segando vidas y mutilando el futuro de inocentes que pagan sus impuestos suponiendo que alguien se ocupa de mantener las carreteras en condiciones.
Los lectores se habían lanzado sobre los faxes, los buzones y las webs de las revistas del sector, y los escritos de los aficionados, independientemente de su educación o agresividad a la hora de expresarse, en esencia venían a decir todos lo mismo: que estaban hasta los cojones de los guardarraíles y que alguien debía hacer algo de una puñetera vez.
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Los clubes y agrupaciones fueron las primeras en organizar acciones presionando a los medios de comunicación que tan poco eco se habían hecho de la noticia del accidente, así que tras un constante goteo de llamadas telefónicas y cartas al director, un representante de la prensa seria decidió por fin tocar el tema, y para el suplemento dominical del conocido periódico fue un puntazo descubrir y publicar que los motociclistas no siempre se dedican a asustar viejecitas, violar monjas o atracar farmacias; que, de vez en cuando, parecen transmutarse casi en humanos y, aunque fuese por una vez, se las habían apañado para organizar un encuentro motociclístico (en el diccionario del diario ese no existía la palabra concentración) en el que la recaudación obtenida con las aportaciones voluntarias de los moteros se destinaría a cubrir con protecciones unos cuantos kilómetros de las cuchillas asesinas que los bienpensantes administradores de nuestro dinero público habían colocado estratégicamente para que nos podamos suicidar en cuanto queramos (o no).
Como por aquellos días los sementales oficiales del reino, a pesar de la insipiente primavera, andaban de bragueta caída y no proporcionaban materia prima para la prensa rosa, que ya no sabía a que famosilla dejar embarazada por el hábil método del Exclusívitu Santo, pues ya habían preñado y despreñado a todo bicho viviente, el sagaz productor del programa televisivo que la semana anterior había leído el reportaje de los moteros solidarios invitó a uno de los organizadores al programa, donde fue entrevistado por la popular modelo-presentadora-hijadefamosa metida recientemente a novia de cantante-guaperas de moda.
Antes las cámaras, el presi de la Peña Paddock, experta organizadora de concentras benéficas, intento advertir a la niña mona aquella y a la audiencia de media tarde sobre la peligrosidad manifiesta de los guardarraíles, y manejando con soltura datos y estadísticas intentó meter el dedo en el ojo del asunto, aunque en realidad el pobre Papa Toni estaba sudando tinta para poder explicarse con más o menos claridad, y es que aparte de los nervios lógicos de su bautismo en televisión, con el maquillaje, los focos, los micros y demás, tenía como enemigo al robot de mortadela, que es como definiría más tarde en el local y en la Hoja Paddockial a la estupida aquella de grandes tetas, larguísimas piernas, azules bragas (que las cámaras mostraron más tiempo que la cara del entrevistado) y, por lo visto, inexistente cerebro. Le costó un huevo poder hablar no más de un minuto y medio entre los continuos cortes de la pechoentadora, que no hacía más que interrumpir a Papa Toni con agudas observaciones del calibre de “¡Huy!, qué peligroso, ¿no?” o “… y ¿tú has tenido muchos accidentes contra los guardarraíles?” o “… y ¿no es más seguro ir en coche?” o “¿no será que corréis demasiado con las motos?”. Sólo le faltó preguntar si aprovechaban las concentraciones para dar algún tirón de bolso, o si acababan todos en pelotas alrededor de la hoguera fornicando a diestro y siniestro mientras se inyectaban los caballos de los tetracilíndricos por las venas y adoraban a un ídolo repartidor de pizzas ofreciéndole la sangre de una virgen del lugar.
El caso es que el presidente de la agrupación intentó meter toda la información que pudo entre las pelotudeces de la presentadora y, a pesar de todo, aquella tarde regresó al local satisfecho por la publicidad que le había dado a la concentra antiquitamiedos. Claro que cuando vio en vídeo la grabación del programa y que en lugar de su barbuda cara con una pancarta de GUARDARRAÍLES NO detrás, casi toda la entrevista eran tomas espectaculares de la guapísima Marilú ilustradas con inserciones salvajes de tíos colgando sus motos, quemando gomas en plena calle e interesantes composiciones plásticas de un par de CBR empotradas en el lateral de un Volvo o una Kawa partida en dos en medio de un charco de serrín, Papa Toni se levantó como un poseso dispuesto a quemar los estudios de televisión, pero lograron controlarlo antes de que lograse subir a su VFR y salir disparado.
En plena vorágine de protestas contra quien quiera que fuese el responsable de los quitamiedos, algunas empresas del sector comenzaron a costear unos protectores para los postes, y así pronto se vieron algunas curvas patrocinadas por Nolan o Levior, los cuales notaron sin duda el gesto con un significativo incremento de ventas.
Mientras, entre concentraciones reivindicativas, publicidad protectora, cartas a los medios de comunicación y movilización general de motociclistas, incluso hubo algún listillo que intentó llegar a lo más alto: dado que la responsabilidad de los guardarraíles asesinos resultó estar compartida entre una laberíntica maraña de instituciones independientes unas de otras (desde el Ministerio hasta las Municipalidades, pasando por los gobiernos autonómicos, según la categoría de la carretera), a alguien se le ocurrió que si el Gobierno prohibía los dichosos postes y ordenaba su sustitución, esta medida debería ser efectiva en todo el territorio nacional, independientemente del responsable de la vía. Así que el tipo intentó ponerse en contacto con el presidente del Gobierno.
Como es natural, le fue imposible y, aunque el elemento en cuestión era bastante testarudo, tuvo que desistir al cabo de unas semanas; pero no dándose por vencido, puso el punto de mira un peldaño más abajo y apunto al segundo de a bordo: el ministro de Fomento. Evidentemente, ni la dirección ni el teléfono del señor ministro estaban muy a la vista, así que, tras unos días, incapaz de conseguir algo, no tuvo más remedio que seguir bajando en el escalafón… y esta vez lo logró. Resultó que el subdirector general de Conservación y Explotación del Ministerio de Fomento (máximo responsable que fue capaz de localizar en el tema de los guardarraíles), se llamaba Fernando Hernández Alastuey y tenía una dirección de correo electrónico (fhastuey@mfom.es), así que el desalmado motero se dedicó a enviarle mensajes a diario implorando la eliminación de los dichosos quitamiedos.
El ímpetu inicial fue cediendo poco a poco, y la absoluta falta de apoyo de los grandes medios de comunicación acabó por apagar la llama que casi provoca el incendio, pero que empezó a consumirse, lenta e inexorablemente. Los más radicales llevaron a cabo sus últimas acciones, las revistas del sector no dejaron nunca de protestar, hacer campañas, concienciar a la gente y recoger firmas, pero el accidente del ex campeón fue diluyéndose con el tiempo, y la gente de la calle no tardó en olvidar que en las carreteras seguía acechando la negra dama con su guadaña de filo en H también conocida como IPN.
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Era un guaperas y famoso cantante de baladas, aunque en sus principios había ido de roquero por la vida, hasta que ya un lejano día un productor le propuso afeitarse la barba, cortarse la melena, dejar de cantar con la voz ronca y menear un poco las caderas. Luego vino la canción aquella del bailecito excitante, el video clip lleno de culitos respingones, la cancioncilla que a un compositor de la discográfica se le ocurrió mientras se preguntaba si quedaría suficiente papel higiénico en el rollo. Después, el éxito, la prensa, la televisión, el dinero, y ahora que bajan las ventas, las exclusivas en las revistas del corazón. Ahora le habían preparado la ruptura con Marilú Juramento, aunque en realidad jamás habían sido novios, eso eran asuntos de las productoras, y al parecer la chica andaba tan necesitada como él de una exclusiva que llevarse a la cuenta corriente.
Era una marca de colonia de toilette masculina que necesitaba una imagen popular (y no muy cara) para su campaña publicitaria, y un agente artístico que necesitaba cambiar de coche.
Era la filmación de un anuncio para TV con el conocido cantante Borja Soberano paseando felizmente en bicicleta mientras esparcía sobre su varonil pecho unos refrescantes chorritos de perfume.
Era la séptima vez que repetían la escena, y esta vez el cantante pedaleó con mucha más fuerza para tomar velocidad en la bajada, pues al director le había gustado la toma anterior en la que una fuerte ráfaga de viento alborotaba sus cabellos.
Era un tramo de carretera cerrada al tráfico, con un pequeño parche de asfalto resbaladizo, allí donde no daba el sol. Un asfalto duro y deslizante, y era una cuneta que se acercaba a él apenas se dio cuenta de que se había caído a 30 km/h.
Era un guardarraíl.
Era una filmación y unas espeluznantes fotos que, a pesar de todo, acabaron circulando por la Red y finalmente publicadas en varios semanarios de actualidad. Eran una pierna y una mano que quedaron en el asfalto.
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Esta vez no hubo partido de fútbol que le robara protagonismo a la noticia. Esta vez todos conocían el popular rostro del herido. Esta vez millones de amas de casa, adolescentes, niños y padres de familia conocían de sobras aquel nombre, y se horrorizaron al conocer el suceso.
Varias cadenas interrumpieron su programación para dar el flash informativo; las emisoras de radio, como siempre, fueron las primeras en dar detalles. Los semanarios del corazón dedicaron decenas de páginas al accidente: sí, sobreviviría. No, no se habían podido reimplantar ni la mano ni la pierna derechas. Sí, él era conciente de lo que le había pasado. No, su ex novia Marilú Juramento aún no hacía declaraciones. ¿Se había acabado su carrera artística? ¿Estaba solo o alguien lo apoyaba? ¿Dónde estaban sus fans?, ¿decían que había intentado suicidarse en el hospital?
Las peluquerías rugían de indignación, las paradas de los mercados clamaban venganza, las cafeterías del centro exigían responsabilidades y las revistas del corazón y la prensa amarilla retroalimentaban la ira de la portera, el padre de familia y el ama de casa, y millones de ciudadanos y ciudadanas de a pie empezaron a ponerse nerviosos cuando algún periodista sugirió que aquellas tan espantosas no podían pasarle tan sólo a cuatro fanáticos de esos que los domingos te adelantan zumbando sobre sus motos, sino que le podía pasar a cualquiera paseando en bicicleta, ¡a cualquiera!, incluso al mismísimo Borja Soberano… o a tu propio hijo de siete años.
Dos semanas después, en pleno hemiciclo, el ministro tuvo que contestar a las preguntas que varías señorías le hicieron sobre el tema. El gobierno no tuvo más remedio que depurar responsabilidades, y aunque no hubo dimisiones, sí se oyó algún que otro coscorrón.
Medio año después no quedaba un solo guardarraíl asesino en la red viaria nacional…
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Borja Soberano sigue con su carrera musical, aunque ha cambiado radicalmente de estilo. Ahora, como es lógico, no puede mover las caderas con soltura ni hacer video clips con pegadizas melodías y bailecitos sensuales, no; ha vuelto a sus orígenes y se ha dejado barba y melena. Vuelve a cantar rock con la voz cascada y es muy solicitado en las grandes concentraciones de motos, a donde a pesar de sus carencias físicas, acude a bordo de un triker con motor V8 de Chevrolet automático, con el gas y el freno trasladados a la izquierda. Detrás monta a una vallisoletana de muy buen ver, que aunque no es modelo ni presentadora ni hija de ningún famoso, trabaja en unas oficinas y está colgadísima de él. Los hay con suerte.
El ex campeón de España y de Europa sigue colaborando con las revistas del sector y como comentarista de televisión. A escondidas a logrado conducir por el circuito de Montmeló con su único brazo una CBR modificada, con unos tiempos nada despreciables. Los hay tenaces.
La señora Felisa sigue parándose donde le parece bien para recoger un ramito de retama o de margaritas. Los hay inconscientes.
Y a algunos burócratas, aunque parezca increíble, aún no se les a caído la cara de vergüenza. Los hay miserables, ruines, caraduras, e hijos de p…
¿FIN?

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